Roger Brown, El vuelo de Dédalo e Ícaro, 1991. Mosaico, 120 N. LaSalle Street, Chicago.
En un artículo publicado en The Guardian el 22 de mayo de 2025, la escritora palestina-británica Arwa Mahdawi planteaba esta pregunta: “¿Qué hiciste tú durante el genocidio en Gaza?”. Y continuaba así: “Cuando las futuras generaciones se enteren con horror de lo que ocurrió en Gaza y pregunten cómo permitimos que un genocidio fuera transmitido en vivo, ¿qué vas a responder tú?”.
Luego de 19 meses de conflicto, es una pregunta que apela a nuestra conciencia. No se trata de tomar partido, ni de justificar las acciones de los protagonistas de uno u otro bando. La cobertura de esta guerra en tiempo real nos ha impuesto la experiencia de ser testigos del dolor de las víctimas.
Las primeras imágenes que se difundieron corresponden a la ofensiva que Hamas y Estado Islámico lanzaron en la frontera de Israel y Gaza el 7 de octubre de 2023. Las alarmas comenzaron a sonar en territorio israelí cuando miles de cohetes eran lanzados desde la Franja. Al mismo tiempo, militantes palestinos cruzaron la frontera matando soldados y civiles, ejecutando a más de 1.200 personas y tomando 250 rehenes. Más de 360 personas que asistían a un festival de música electrónica fueron ejecutadas de la manera más brutal y familias completas fueron asesinadas en sus hogares.
Entre las víctimas había hombres y mujeres de todas las edades, incluso recién nacidos. El ataque, realizado en un clima de euforia, fue difundido en tiempo real y ha sido el más letal que haya sufrido Israel desde su creación como Estado en 1948. El ensañamiento fue especialmente cruel con las mujeres; los vejámenes a los que fueron sometidas fueron grabados y difundidos orgullosamente como una muestra de la depravación más abyecta.
Al día siguiente el gobierno israelí convocó a los reservistas del ejército y realizó una serie de ataques aéreos sobre la Franja de Gaza, un territorio bloqueado donde viven 2,3 millones de personas sin ninguna posibilidad de escapar. El primer ministro Benjamín Netanyahu anunció que iba a destruir todos los refugios que Hamas había construido allí.
Actualmente la Franja es un montón de escombros, la población no tiene acceso a servicios básicos, alimentos ni medicinas. Según el Ministerio de Salud de Gaza hasta ahora han muerto más de 50.000 personas, desde recién nacidos hasta ancianos mayores de 100 años. El 30% de las víctimas tenía menos de 18 años.
El origen del conflicto, que ya se extiende por décadas, se remonta a la partición de Palestina, acordada por Naciones Unidas en 1947, estableciendo la creación de dos Estados, uno judío y otro árabe, para acoger a los sobrevivientes del exterminio de la población judía de Europa en el Holocausto perpetrado por los nazis.
Sin embargo, ni el pueblo palestino ni los países árabes aceptaron la creación del Estado judío. Las hostilidades fueron en aumento con la declaración de independencia de Israel en 1948. Combatiendo contra las fuerzas de Egipto, Irak, Jordania y Siria, Israel anexó el territorio conquistado y con el acuerdo de paz de 1949 extendió sus fronteras más allá de lo establecido en el plan original de Naciones Unidas.
Como resultado de esta expansión, cerca de 700.000 palestinos —casi el 85% de la población árabe que vivía en los territorios ocupados por Israel— fueron expulsados o debieron huir de sus asentamientos originales. Estos pobladores desplazados por la guerra son los abuelos de los adultos que hoy habitan en Cisjordania y Gaza.
El pueblo palestino llama a este éxodo forzado la gran “catástrofe” o Nakba. La población árabe que permaneció dentro de las nuevas fronteras de Israel ha vivido desde entonces bajo un régimen de ocupación militar y fue despojada de sus derechos básicos. Gran parte de sus tierras han sido expropiadas y viven en condiciones precarias.
Alguna vez se pensó que después de varias décadas de conflicto, la idea de crear dos Estados podía ser la solución. Esa antigua propuesta ha vuelto ha ser considerada ahora, pero su realización sigue siendo incierta.
Esa es la perspectiva geopolítica. Frente a la crueldad y la destrucción que muestran las imágenes que vemos cada día, desde el 7 de octubre, pareciera que esa mirada no es suficiente para comprender la esencia de lo que está ocurriendo.
En este sentido, una perspectiva interesante de analizar es la que propone James Kimmel Jr. en su libro La ciencia de la venganza (2025). Desde su experiencia como abogado, investigador sobre conductas violentas y docente de la cátedra de psiquiatría en la Escuela de Medicina de Yale, él se enfoca en lo que le ocurre a las personas cuando son humilladas o victimizadas. En su libro afirma que las personas que matan responden a una ofensa, real o imaginaria.
Vengarse o imaginar la venganza produce una enorme sensación de placer, al menos durante un tiempo. Después, de manera parecida a lo que ocurre con la adicción a las drogas, el placer inicial puede ser reemplazado por sentimientos de dolor y sufrimiento.
El deseo de venganza, en determinadas circunstancias, puede ser tan intenso que cualquiera que lo experimente podría transformarse en una fiera capaz de ejercer sobre otros las formas más extremas de violencia. Eso es lo que sucede en las guerras, donde la brutalidad más ciega despoja a muchas personas de cualquier consideración hacia quienes considera sus enemigos.
Para Kimmel la venganza es la forma más destructiva de adicción. Él sostiene que el único antídoto para combatirla es el acto de perdonar. Si consideramos el escenario donde se libra la guerra de Gaza, es imposible no recordar que en esos lugares, hace dos mil años, un joven rabbi de Galilea proclamó una enseñanza parecida:
“La Ley antigua decía ‘ojo por ojo, diente por diente’. En cambio, yo les digo: no resistan a los malvados. Al que te golpea en una mejilla, preséntale la otra. Al que te arrebata el manto, entrégale también la túnica”.
En nuestros tiempos esta enseñanza parece absurda y chocante, casi antinatural. Sin embrago, Gandhi la aplicó para liberar a la India del dominio británico. Tuvo éxito, aunque él mismo fue víctima de un hombre violento, que lo asesinó a tiros el 30 de enero de 1948 en Nueva Delhi.
Si lo consideramos con más atención, pareciera que tanto la invitación a perdonar que hace James Kimmel, como la enseñanza del Evangelio, están dirigidas a la conciencia individual y no pretenden ser un programa de reforma política o social. Entonces, no deberíamos exigir a estas ideas lo que nunca pretendieron ofrecer.
A pesar de su aparente insuficiencia, estas propuestas apuntan a lo esencial: la raíz del conflicto está en las personas, en cada persona. El camino de la libertad es, en primer lugar y ante todo, un camino individual. Las asambleas por lo general se equivocan cuando pretenden decidir qué es bueno, bello o verdadero. La historia también nos enseña que, con demasiada frecuencia, el oprimido se vuelve opresor.
La violencia no necesariamente instaura el reinado de la justicia. El triunfo sobre el opresor muchas veces transforma a la víctima de ayer en el victimario de mañana. Fundar un orden social justo es mucho más difícil que hacer una revolución. En octubre de 2019 los chilenos tuvimos una confirmación de eso.
Mientras comentamos estas ideas el bombardeo sobre Gaza continúa. Durante el fin de semana pasado, al menos 70 edificios residenciales fueron destruidos y familias completas murieron entre los escombros. No eran combatientes, simplemente vivían allí.
Cada día las imágenes muestran cuerpos envueltos en sudarios, en los pocos hospitales que todavía funcionan en Gaza. En muchos casos corresponden a niños y niñas. Madres y padres abrazan esos pequeños bultos con expresiones de dolor que están más allá de cualquier explicación que pudiera dar un líder o un gobierno. Así es la tragedia. Silenciosa y aplastante.
Con naturalidad tendemos a pensar que los niños y niñas representan un valor universal e incuestionable para toda la humanidad. Conflictos como éste ponen en duda esa convicción. Ellos también, a pesar de su bondad y su inocencia, pueden entrar en el cálculo político como una variable más. Es en ese momento cuando comienzan a borrarse todos los límites. Entonces el concepto de “humanidad” pierde sentido.
¿Qué hacer frente a tanto sufrimiento?
Volver a sentir compasión y solidaridad con el dolor de todas las víctimas —de todos los bandos y de todos los conflictos— podría ser un comienzo. En su Epístola a los Corintios, san Pablo escribió: “Ahora tenemos la fe, la esperanza y el amor. Pero el mayor de los tres es el amor”.
Ningún muro nos impedirá volar (2021). Este documental de 10 minutos de duración, dirigido por Jonathan Haff Mehring y producido por Joe Bressler, muestra cómo el skate otorga una momentánea sensación de libertad a los jóvenes palestinos que viven en Cisjordania bajo la ocupación militar israelí. El registro de las imágenes se hizo antes que comenzara la guerra en la Franja de Gaza en octubre de 2023. En contraste con esta tragedia, los testimonios de los jóvenes que aparecen en el documental muestran el incontenible impulso humano por aprender, crecer y ser libres. El poeta palestino Mahmoud Darwish (1941-2008) escribió: “Amamos la vida cuando hallamos un camino hacia ella”.